Era una noche fría, por no decir helada. No quería dormir y me asomé a la ventana. Contemplaba la nieve caer del cielo y el viento azotando las ventanas de las casas ya apagadas, personas corriendo a sus casas por el frío y las luces de navidad encendidas. Me apetecía salir, coger la nieve y tirársela a cualquier persona que pasase delante de mí, pero me resultaba inútil, ya que, mi madre no me dejaba salir por si cogía frío. Decidí volverme a la cama y esperar que mañana fuese un gran día, último día de colegio.
Me levanté rápidamente por que me daba la sensación de que olía a algo, no sabía a qué, pero era algo bueno. Descubrí al bajar las escaleras largas de caracol a mi madre preparándome, como no, mi desayuno de todas las mañanas, pero algo había cambiado. Este desayuno era distinto a los demás, por ser último día, me decía mi madre, he tenido el placer de levantarme unos minutos antes, comprarte churros y prepararte un chocolate. Mi madre tenía un comportamiento extraño, a ella no la gustaba la navidad, en cambio vi decorada la casa y la vi más feliz que nunca. Desayuné y me fui al colegio asombrada pero sin decir ni “mu”.
De camino al colegio pensaba lo que la podía haber pasado a mi madre, estaba segura de que algo bueno. Pensé en varias posibilidades, como que había podido ver a papá Noel, o incluso a los ¡reyes magos!, pero ninguna me cuadraba, porque seguro que me lo hubiese comunicado. A sí que decidí no pesar más en el tema y pensar en el día más estupendo k iba a pasar hoy, con la nieve, los amigos, e incluso con los profesores. Al encontrarme con todo ellos, incluyendo la nieve, nos pusimos a jugar todos, amigos y profesores hasta que acabó toda la diversión porque nos teníamos que marchar a nuestras casas.
Cuando llegué a casa, mi madre me dio dos besos y me dijo que me tenía que comunicar algo muy importante. Yo me senté en el sofá a escucharla. Sus palabras textuales fueron: “Cariño, necesitaba contártelo, pero quería esperar a hoy. Tu padre volverá de Finlandia” A mí se me cambió la cara de repente. Yo no conocía a papá, pero me había hablado mucho de él. Era alto, guapo, Castaño de pelo y ojos y muy caballeroso. Fui rápidamente a mi habitación, saqué mi diario y me puse a escribir: “Querido diario, necesito contarte un secreto muy importante. Estas navidades van a ser las peores navidades de la historia. Y me preguntarás por qué, pues yo te respondo que porque mi padre va a venir, las navidades van a cambiar, ya no va a ser nada igual. Seguro que ahora “ese”, quiere quedarse aquí, mi madre va a ser distinta”. Me levanté y me asomé por la ventana de nuevo. Contemplé las calles llenas de niños jugando con sus padres y madres, con sus animales y hermanos, y pensé “¿Cómo será tener padre?”.
Llegó la noche, la nochebuena, yo esperaba que no viniese, pero alguien llamó a la puerta, y como esperaba era él. Pensé por un momento que si la historia que me contó mamá de que se fue por trabajo era cierta. Y supuse que no por la forma en que se miraron. Ya sabía lo que pasaba, fingían por no hacerme triste. Fui a darle con pereza dos besos, y me dijo: “Tenía muchísimas ganas de verte Sofía, ya me ha dicho tu madre que te lo has tomado muy bien lo de mudarte con migo”. Entonces yo miré con cara rara a mi madre y mi madre le cuchicheó algo al oído a mi padre. Subí rápidamente a mi habitación, y llorando mientras veía copos caer pensaba en por qué mi madre no me lo había dicho, Yo era ya una niña de 6 años, creo que lo suficientemente mayor para que me lo contase. Bajé ahí abajo y les dije bien clarito que yo no quería irme, era feliz aquí y que quería quedarme sí o sí. Por el claro ¡NO! De los dos a la vez, decidí irme a casa de Clara por la noche sin que se enteraran. Pero esto no pudo ser así. Mi padre me cogió y me dijo: “No hace falta que hagas la maleta, ya te he comprado ropa” Me cogió en brazos me dijo k le diese un beso a mi madre, y nos fuimos sin yo poder despedirme de mis amigos.
Llegamos a Finlandia, no había visto más nieve en mi vida, los copos que contemplaba todas las noches por la ventana, no tenían ni comparación con esto. Pero no estaba de humor para disfrutarlo, todo me parecía un asco, solo quería ver a mis amigos. Pienso que va a ser difícil integrarme en el colegio al segundo trimestre, y me pongo mas asqueada.
Las conversaciones con papá no eran del todo interesantes, pero intenté participar lo más posible por no aburrirme. Por fin llegamos a casa, desde fuera no parecía muy bonita, pero si que parecía muy grande, tenía unos ventanales gigantes con adornos extraños y antiguos, la verdad es que daba un poco de miedo. La fachada estaba desgastada con un color que parecía como blanco manchado, y el tejado era con tejas antiguas y rojas. Nos encaminamos por el jardín nevado hacia la puerta, k sin llamar ni nada, nos la abrió un señor muy estirado que vestía un frac muy elegante. Nada más entrar vi unas grandes escaleras con una alfombra roja que las cubría, empezábamos bien. No pude ver con claridad lo que había en los pasillos de los laterales, pero al subir las escaleras, vi otros dos pasillos, al final de uno de estos, vi un gran árbol frondoso de navidad lleno de espumillón, luces y bolas. Papá me dijo que era un abeto de verdad. Pero yo me fui por el otro pasillo. Suponía que me conducía a mi habitación, me fijé que por detrás nos seguía el señor del principio que nos abrió la puerta con unas maletas que no sé de dónde las sacó. Al llegar a una habitación, que supuse que era la mía, me presentó a este señor de la puerta, al que llamó mayordomo. Yo la verdad es que no tenía muy clara esa idea de mayordomo, pero no me importó mucho, había mucho que hacer, era nochebuena.
Llegó toda la familia a la que hacía mucho tiempo que no veía porque alguna vez vinieron a visitarme, y la verdad es que me lo pasé genial. Cuando todo terminó y nos despedimos de todos, lo que más me sorprendió es que mi padre me leyó un cuento antes de dormir. Cuando se fue, me levanté y rápidamente fui a la ventana, era todo distinto, este día había un montón de gente en la calle jugando con la nieve y disfrazados raramente, pero esta noche tenía sueño y decidí dormir.
Me levanté rápidamente, y al principio no sabía ni donde estaba, pero miré por la ventana y me acordé de todo, esperaba que, como espero siempre, este día sea muy especial. Bajé rápidamente las escaleras, pero antes me pasé por el árbol para ver si había regalos de papá Noel, pero no vi nada, entonces pregunté si es que por aquí no pasaba papá Noel, pero me respondió que sí, que cría que estaban los regalos en la sala número cuatro del pasillo de la derecha de las escaleras de la entrada. Yo fui corriendo, era un pasillo oscuro, largo y estrecho, pero no me fije en todo detalle por las prisas de abrir regalos. Cuando llegué, vi la sala llena, no había visto tantos regalos en mi vida, y empecé a leer para quienes eran. Había regalos hasta para el mayordomo, hasta en una tarjeta ponía para el “dog”, salí corriendo a avisar a papá de que quien era el “dog” y me respondió que no tenía ni idea, pero descubrimos que en un paquete había un perro. Abrimos los tres todos los paquetes con ilusión, y antes de estrenarlos, fuimos al centro de la ciudad a desayunar. Después, jugué con mi regalo favorito, el perro. Pero sentí que me faltaba algo, que sabía lo que era, faltaba mamá y mis amigos. Esa tarde conseguí convencer a papá para que me dejase hablar con mamá, con la que estaba un poco enfadada, pero la echaba de menos.
Por la noche decidí escribir en mi diario: “Querido diario, no sé qué me pasa, me gusta mucho Finlandia, pero quiero ir a Madrid. La verdad, es que todo lo de aquí me gusta mucho más, hay más niños, más sonrisas, más alegría, más copos…
Quiero ver a mamá por una parte porque la echo de menos, pero por la otra no porque me mintió, y no parecía triste de dejarme. Estoy impaciente de que llegue por fin el año nuevo y la nochevieja, pero antes quería disfrutar.”
Disfruté de la vida, de todo lo que me rodeaba, a de más papá me dejaba salir a la calle más que mamá. Hice amigos nuevos, con los que ahora quiero pasar todo el rato. La casa ya me empieza a gustar más, y estoy cogiendo las costumbres que hay en esta ciudad, que yo, al ser muy curiosa, me interesa un montón, y aprendo mucho. Las luces son maravillosas, y cuando nieva es como si todo fuera una gran tarta de nata con adornos por todas partes. Ya sólo quedaban tres días para nochevieja, y tenía muchas ganas de pasármelo otra vez genial
Me levanté por el sonido del timbre de la puerta, y por curiosear, bajé para ver quién era. De repente vi una silueta de una mujer, que me pareció por un momento la pastelera del barrio, pero miré me fije bien y vi claramente la silueta de mamá. Mi padre se sobresaltó al verla y como sabía que yo estaba ahí mirando, me mandó a la cama. Desde esta, escuchaba voces, que si tu no la querías, que si ahora me la has robado… yo tenía miedo y no sabía lo que hacer. El último grito que escuché fue: “Déjame por lo menos volver a verla”, cuando de repente escuche el “toc, toc, toc” de la puerta. Abrí y abrace a mamá, la pregunté que por qué entre ellos no lo arreglaban, y ella me respondió que por ella encantada, pero que sería imposible. Entonces me levanté y la pregunté que si se iba a quedar algunos días, me respondió que sí. Salí corriendo de la habitación a la calle, y volví después de treinta minutos, le dije a mi padre que mamá había reservado una cena para ellos, él asombrado, aceptó. Le dije a mamá que papá había reservado una cena para ellos, ella asombrada, aceptó. No sé cómo, pero funcionó, a la noche siguiente los dos estaban cenando a la luz de la luna, y las luces de navidad, en un restaurante finlandés mientras veían caer la nieve en el mar. Yo y el mayordomo estábamos fuera, espiándolos, estaban cogidos de la mano hablando de sus cosas, hasta que de repente dejan de hablar y se besan, “no hay lugar más bonito en la tierra que ese para arreglar una cosa así” decía el mayordomo, y nos fuimos satisfechos a casa.
No volvieron hasta las dos de la madrugada, porque me lo dijo el mayordomo, pero la nochevieja, la pasamos en familia a la luz y al calor de la chimenea de la cuarta sala del pasillo de la izquierda de las escaleras de la entrada junto al abeto frondoso de navidad, leyendo cuentos navideños y cantando villancicos sin parar.
